Coincidiendo con el cierre que se ha producido el pasado Domingo, de la que era hasta el momento, la central nuclear más antigua de España y gemela de Fukushima, la controvertida Santa María de Garoña, quiero aprovechar para empezar la sección de Medio Ambiente abriendo brecha sobre el antiguo debate aunque no anticuado, que supone la energía nuclear en nuestro país, extrapolándolo a una visión algo más global.
Es tangible el eterno conflicto entre pro nucleares y antinucleares. En España, como dato estadístico, la mayoría de la población (57%) se postula en contra de la energía nuclear, aunque nuestro país figura, según un Eurobarómetro recientemente difundido, en el grupo de países dónde más ha crecido el apoyo hacia este sector en los últimos tres años. Por el contrario, el 24% de los españoles dice estar "totalmente a favor", dato que contrasta con el 44% de media de la UE.
Son numerosas las ventajas que supone la energía nuclear: la diversificación de las fuentes de energía, la reducción de gases de efecto invernadero o el descenso de la dependencia de combustibles fósiles como ejemplos de algunas de ellas. Pero estos hechos han de ser contrastados con los inconvenientes, ya que, desde mi punto de vista, se trata de una energía incompatible con un modelo energético sostenible: no es socialmente tolerable, ni medioambientalmente admisible. Sin citar a nivel militar (por todos es sabido el riesgo que conlleva el dominio de la energía nuclear en el ejército), a nivel civil, uno de los principales inconvenientes es la alta producción de residuos nucleares así como la dificultad que tiene gestionarlos. Actualmente exportamos los residuos de alta radiactividad a cementerios nucleares de Francia y Reino Unido, países los cuales nos alquilan almacenes de residuos por un tiempo determinado, estableciendo unas condiciones de regreso de los mismos. Al no disponer en España espacios habilitados para dicho fin, esto nos supone multas de hasta 60.000 € diarios.
Además, todo el ahorro de contaminantes apenas incide en el computo global de emisiones ya que no hay que despreciar los transportes por carretera.
Si bien, económicamente es rentable desde el punto de vista del combustible consumido, respecto a la energía obtenida no lo es tanto. Si se analizan los costes de la construcción y puesta en marcha de una planta nuclear, teniendo en cuenta que por ejemplo en España, la vida útil de las plantas nucleares es de 40 años, la balanza no se decanta tan favorablemente.
En el año 2011, los reactores nucleares en España suministraron a la red 57.687 GWh, más del 19% de la energía total consumida en nuestro país, un dato realmente destacable.
La pregunta del millón es, ¿qué pasaría si apagáramos la energía nuclear?. Está claro que las renovables aún no tienen el suficiente alcance cómo para paliar el déficit de energía que tendríamos, ni las fuentes derivadas de combustibles fósiles se presentan como una posible solución. Reducir casi el veinte por ciento de la energía total de nuestro planeta sería reducir nuestro consumo energético en casi una cuarta parte de nuestro día a día, algo que parece inviable, pero teniendo en cuenta que el consumo eléctrico se ha casi duplicado en los últimos 12 años, no parece nada descabellado. La solución se antoja tan sencilla como reducir el consumo. Entonces, la pregunta se ha de reformular de la siguiente manera, ¿Estamos dispuestos a reducir nuestro nivel de vida actual?. Cada uno que haga su propio juicio de valor, lo único que está claro es que la alternativa a la energía nuclear sólo tiene un camino: Reducir el consumo.
Actualmente, lo que consideramos como tercer mundo, está en vías de expansión económica y social, y fundamentándonos en la teoría de los vasos comunicantes, para que unos suban, otros tienen que bajar, y los que estamos ahora arriba somos el denominado primer mundo. No hay más ciencia posible. No es sostenible un consumo energético tan elevado, y es completamente incompatible con el desarrollo de los países más emergentes. El planeta, no es capaz de sostener un desgaste energético y de recursos en el que todos consumamos a estos niveles. Si queremos desarrollo y queremos justicia social, el único camino es la reducción del uso de la energía, con medidas que van desde una cocina eficiente, aprovechamiento de horas de luz, reciclaje, hasta la moderación del uso de calefacción/aire acondicionado. Nadie está hablando de regresar a la edad media, sencillamente, la solución pasa por adquirir una serie de hábitos saludables y desarrollar nuevas fórmulas que reduzcan el gasto energético.
La energía nuclear es prescindible si estamos dispuestos a luchar por un mundo con mas igualdad de oportunidades, socialmente más justo, y medioambientalmente más digno.
LA energia nuclear en los tiempos que corren no es prescindible, y cuanto mas avanza el tiempo mas imprescindible se hace.
ResponderEliminarLa energía nuclear es imprescindible siempre y cuando no estemos dispuestos a renunciar al estilo de vida occidental, sumergido en el derroche y despilfarro energético. Todos los estudios muestran fielmente el hecho de que el tiempo corre en nuestra contra, si no se toman medidas drásticas, el planeta tenderá hacia cotas de insostenibilidad energética y ésto, traerá consigo una inevitable tendencia hacia el desarrollo de energías más eficientes. Por lo que la solución no reside en obtener mas energía para cubrir el progreso, si no en adaptar el progreso a los recursos que tenemos.
ResponderEliminar